For some, this may come as a surprise, for it seems illogical, but the U.S. doesn’t hate Palestine.
It arms and finances its nemesis, Israel – yes.
It votes consistently with Israel in the United Nations (UN) – even against the majority of the world’s nations -yes.
It quietly and surreptitiously allowed Israel to become a nuclear power – yes.
All this is true; but the U.S. doesn’t hate Palestine. The truth is something far worse, for dismissal is more damning than hatred.
Palestine, its people, its history, its culture, its art, its poetry, its very land, is dismissed as a mere trifle by the U.S. Empire, not dissimilar to the response of the old British Empire, which dispatched the lands, hopes and dreams of the Palestinians, with cold, imperial aplomb.
For empire is ever an exercise of global violence, for domination is but utter violation: the very root of violence.
It violates the human soul, which yearns for freedom.
Palestine was relegated to the misery of a warren of Middle Eastern ghettoes for one reason — and one reason only:
To allow the erection of a colonial outpost from which Britain (and later the U.S.) could exercise power in a region that held the greatest prize in world history: petroleum.
That outpost? Fortress Israel.
Petroleum lit the lampposts of London, and fueled the factories of America, leading to its Industrial Age.
It needed a sentry to protect this precious resource.
It needed a watchdog in this neighborhood.
Enter Fortress Israel.
Palestine is a minor after thought to the U.S. Empire and its imperialist apologists. Her pain, her sufferings, her gross humiliations don’t bother the empire one whit.
Yet, to millions of people, throughout Europe, Africa, Asia and the Americas, their unjust and cruel treatment at the hands of the Zionist finds purchase in hearts worldwide.
From their epic losses spring the fruits of solidarity that binds us, human to human; oppressed to oppressed.
As the cruelties of imperialism mount, giving rise to anger and distaste, the forces of solidarity grow too, encapsulating the majority of the people of the Earth.
En Español
¿Qué le importa Palestina a Estados Unidos?
Por Mumia Abu-Jamal
Tal vez les sorprenda esto porque parece ilógico, pero Estados Unidos no odia a Palestina. La potencia imperial arma y financia a su némesis, Israel. Sí. Siempre vota con Israel en la ONU, aun en contra de la mayoría de las naciones del mundo. Sí. Permitió, en silencio y de modo clandestino, que Israel se convirtiera en una potencia nuclear. Sí.
Todo esto es cierto. Pero Estados Unidos no odia a Palestina. La verdad es mucho peor, porque el menosprecio es peor que el odio.
Palestina, su pueblo, su historia, su cultura, su arte, su poesía, su misma tierra, son ninguneados por el imperio estadounidense como meras pequeñeces, no muy diferente a la manera en que el viejo imperio británico, con fría tranquilidad imperial, se negó a reconocer las tierras, las esperanzas y los sueños de los Palestinos.
El imperio siempre es un ejercicio en violencia global, porque dominar es la máxima violación, la verdadera raíz de la violencia. El poder imperial viola al alma humana, que siempre anhela libertad.
Palestina fue relegada a la miseria de un laberinto de guetos en el Medio Oriente por un solo motivo: permitir el establecimiento de un enclave colonial desde la cual Inglaterra (y después Estados Unidos) pudieran ejercer su poder en la región la cual tenía el trofeo más grande en la historia mundial: el petróleo.
¿Cuál era ese enclave? La fortaleza llamada Israel.
El petróleo encendió los faroles de Londres, y suministró a las fábricas de Estados Unidos, llevando el país a su Edad Industrial. Hacía falta un centinela para proteger ese precioso recurso. Hacía falta un perro guardián en el vecindario. Allí irrumpió la Fortaleza Israel.
Palestina es un elemento secundario para el imperio estadounidense y para sus apologistas imperiales. A este imperio le tiene sin cuidado el dolor de Palestina, su sufrimiento, su brutal humillación.
Sin embargo, a millones de personas en Europa, África, Asia y las Américas, el injusto y cruel tratamiento de los palestinos a mano de los sionistas nos llega al corazón. De su épico despojo brotan los frutos de la solidaridad que unen a los seres humanos, los seres oprimidos. Así que mientras crecen las crueldades del imperialismo, dando lugar a la rabia y la repugnancia, las fuerzas solidarias también crecen, incorporando a la mayoría de la gente en la faz de la Tierra.
Desde la nación encarcelada, soy Mumia Abu-Jamal.
–©’14maj
28 de octubre de 2014
Audio grabado por Noelle Hanrahan